He perdido el camino
la sombra de mi cuerpo
el calor de tus manos
que tanto me importó
las luces de la noche
y el sonido del agua tierna
corriendo silenciosa por el río
y las mil maneras de callar
las voces rebeldes de mi alma.
He perdido la amarga tristeza
el dolor de las penas arrodilladas
el perfume de tu piel y su agrado
el vuelo de la luciérnaga
en noches oscuras infernales
la brisa suave cuando la piel
esquiva deja de ser parte del alma
bajo el manto amoroso de las ninfas.
Nunca perdemos el Todo y la Nada
ni la Nada efímera de un abrazo
que se esfuma en la Nada misma
de aquello que creímos nuestro
en el encuentro de unas miradas
ni en los apretones de labios
que se esfumaron en el instante
cuando recobramos junto al miedo
la loca cordura de los sueños.
Y ya ves seguimos siendo
ese tormento loco citadino
hiriendo sin piedad corazones
esa manera parca de la vida
ese placer que nos negamos
por el que dirán de los muertos
esa mortaja cubriendo la vergüenza
de tantos que vivieron sin ella
fingiendo amores que no sintieron
dueños únicos de su fatal teatro
Uno nunca pierde Nada
ni siquiera el respiro cuando agoniza
uno nunca debe llorar
por las cosas que se marchan
ni por gestos inverosímiles
que intentaron dañar tus sentimientos
uno sabe que todo pasa
entre el Todo y la Nada
y esa cosa que se queda
despertando con su silencio
aquello que remueve esa herida
solitaria en los recovecos del alma.
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