miércoles, 24 de diciembre de 2025

El cazador cazado: El fin patético del hombre más temido de la URSS


Moscú, 23 de diciembre de 1953. En un búnker secreto del cuartel del Distrito Militar de Moscú, un hombre gordo y con quevedos llora de rodillas, suplicando por su vida mientras se revuelca en el suelo. Es Lavrenti Beria, el jefe de la policía secreta de Stalin, el arquitecto del Terror, el hombre que envió a millones al Gulag y que supervisó la bomba atómica soviética. Su frase favorita era: "Muéstrame al hombre y yo te encontraré el crimen". Durante décadas, fue la sombra de la muerte en Rusia; nadie estaba a salvo de su capricho, ni siquiera los mariscales del ejército.

La paradoja de su muerte es de una justicia poética brutal. Beria fue ejecutado por el mismo sistema paranoico que él ayudó a perfeccionar. Tras la muerte de Stalin, sus colegas del Politburó (liderados por Jruschov) temían que Beria tomara el poder absoluto y los liquidara a todos. Así que se adelantaron. Lo acusaron de ser un "espía británico" (una mentira absurda, el tipo de acusación falsa que Beria usaba contra sus víctimas) y le negaron el derecho a un abogado o apelación, exactamente como él había hecho con innumerables inocentes.

El "carnicero de Stalin", que había firmado sentencias de muerte mientras bebía vino georgiano y abusaba de mujeres jóvenes secuestradas en las calles de Moscú, murió como un cobarde. Según los testigos, tuvieron que ponerle un trapo en la boca para callar sus súplicas antes de dispararle en la frente. Su cuerpo fue quemado y sus cenizas dispersadas en un basurero o alcantarilla, borrando su rastro físico.

Beria nos muestra que el terror es una espada de doble filo. El miedo que inspiró fue la causa exacta de su caída; sus "compañeros" lo mataron no por justicia, sino por pánico a ser sus siguientes víctimas.

Su final nos deja una lección sobre la naturaleza del poder basado en la intimidación. Beria creyó que ser temido lo hacía intocable, pero descubrió demasiado tarde que el miedo no genera lealtad, solo genera asesinos preventivos esperando el momento de atacar. Nos pregunta: ¿Estás construyendo tus relaciones (laborales o personales) sobre el respeto o sobre el miedo? Porque el miedo siempre, inevitablemente, se vuelve contra el tirano.

© Edición protegida por Asombroso | Basado en material de: "Beria: My Father" de Sergo Beria y archivos desclasificados de la KGB | Compartir solo con créditos: @Asombroso. Fuente…


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