El hombre que midió la velocidad de la luz
En una época donde aún se pensaba que la luz viajaba de forma instantánea, un astrónomo danés del siglo XVII se atrevió a decir lo contrario. Su nombre era Ole Rømer, y en 1676 logró algo que nadie había hecho antes: demostrar que la luz tiene una velocidad determinada… y además, estimar su tiempo de viaje.
Antes que él, Galileo ya había sospechado que la luz no se movía de forma instantánea. Años atrás, intentó medir su velocidad usando linternas a distancia, pero los instrumentos de la época eran demasiado imprecisos. Aun así, propuso que la luz debía moverse extremadamente rápido.
No obstante, lo impresionante de Rømer no fue solo lo que logró, sino cómo lo logró.
Rømer no usó laboratorios, rayos láser ni relojes atómicos. Usó un telescopio y el cielo. Su laboratorio fue el sistema solar, y su método, una de las lunas de Júpiter: Ío.
Durante años, astrónomos como Cassini habían observado que Ío orbitaba Júpiter con una regularidad sorprendente. Como un reloj cósmico, Ío pasaba por detrás del planeta a intervalos muy precisos. Pero algo no cuadraba. A veces la luna se retrasaba. Otras veces, se adelantaba. Y cuanto más cambiaba la distancia entre Júpiter y la Tierra, más se desviaban los tiempos.
Rømer tuvo una idea: ¿y si el retraso no era de Ío… sino nuestro? Es decir, ¿y si la luz tardaba en llegar?
En 1676, tras varios años en el Observatorio de París, Rømer hizo una predicción audaz: calculó que la próxima ocultación de Ío sucedería 10 minutos más tarde de lo esperado, debido a que la Tierra estaría más alejada de Júpiter. Y acertó.
Ese retraso era la prueba de que la luz no viajaba de forma instantánea. A partir de su observación, otros científicos, como Christian Huygens, dedujeron que la luz debía viajar a aproximadamente 220,000 kilómetros por segundo.
Aunque este valor estaba lejos de la cifra real que hoy conocemos (299,792 km/s), lo importante no fue la exactitud… fue el descubrimiento. Rømer había demostrado que la luz se mueve a una velocidad medible, y eso cambió la física para siempre.
Su trabajo fue ignorado por muchos durante décadas. Isaac Newton incluso mencionó sus cálculos, pero sin darles demasiado peso. No fue sino hasta el siglo siguiente que el físico inglés James Bradley y otros confirmaron que Rømer tenía razón.
Hoy, más de tres siglos después, la medición de la velocidad de la luz es uno de los pilares de la física moderna. Pero todo comenzó con un hombre, un telescopio y una luna lejana orbitando a Júpiter.
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