En 1970, Elvis Presley firmó un autógrafo para una joven fan de 12 años, emocionada por conocer a su ídolo.
Lo que nadie sabía en ese momento era que esta niña, años más tarde, se convertiría en una de las mayores estrellas del pop: Madonna.
Este encuentro casual entre dos iconos de diferentes generaciones es una anécdota fascinante que resalta cómo las grandes leyendas de la música a veces se cruzan en los momentos más inesperados, dejando huellas indelebles en la historia del entretenimiento.
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