lunes, 23 de agosto de 2021

En Guajimía la vida pasa entre el riesgo y la pobreza

 


Helenny Amparo

helenny.amparo@listindiario.com
Santo Domingo, R. D.

Hace aproximadamente cinco años aparecieron las primeras construcciones de uno de los asentamientos poblacionales que bordean la cañada de Guajimía, en Santo Domingo Oeste, desde entonces sus habitantes han desafiado los derrumbes, inundaciones y todos los tipos de riesgos que supone vivir al lado de un desfiladero.

Sin embargo, la ilusión de un techo propio, de zinc, tabla, cemento o lo que encuentren para cobijarse, ha mantenido a las familias “a la vera de Guajimía”.

Alexandra Jiménez es madre de seis y llegó a la “La Chinola”, nombre con que fue bautizada una de esas pequeñas comunidades, hace cinco años, luego de que uno de “los invasores”, como ella dice, le vendiera un pedazo de tierra.

Y aunque Alexandra reconoce que fue de las primeras en ocupar de manera irregular la zona, aseguró que no lo hizo por elección.

“Nosotros no estamos aquí porque queremos, es que no es fácil pagar una casa alquilada. Hoy tú la pagas y mañana la debes, además tu puedes vivir en una casa alquilada por 30 años y cuando el dueño la quiere, te saca y ya”, narró la ama de casa.

Para la madre, que comercializa “dulces y papitas” y a veces le arregla el pelo a cualquier vecina que aparezca para aligerar la carga económica de su pareja que labora como chofer en una ruta de carros de conchos, lo más difícil es ver como los derrumbes se aproximan cada vez más de prisa hacia el terreno en que se encuentra su casa. 

Alexandra explicó que detrás de su residencia había otras dos casas y hasta un colmado, lo que a simple vista parece imposible debido a que donde ella señala que estaban construidas, hoy solo existe un enorme socavón.

La morada de Luis Zabala también tuvo este destino, tras las recientes lluvias provocadas por los fenómenos naturales Fred y Grace, su hogar casi les cae encima cuando tanto él, como su esposa y sus dos hijos pasaban el día en la vivienda.

“Desde que lo sentimos agarramos a los muchachos y salimos corriendo”, recuerda Luis, mientras mostraba al equipo de Listín Diario los trozos de los bloques de cemento y las varillas que aún quedan atascadas en la tierra, recordándole cada día el lugar en el que vivió junto a sus seres queridos por dos años.

Luego de perderlo “casi todo”, Luis tuvo que enviar a Puerto Plata con algunos familiares a sus niños, de nueve y cinco años, almacenar en casa de un vecino los artículos del hogar que pudo recuperar y alojarse temporalmente en el domicilio de otro.

Solo en “La Chinola” hay más de un centenar de viviendas que se comunican a través de estrechos caminos que los mismos residentes han ido moldeando al correr de los años con diferentes tipos de materiales. 

SEPA MÁS

Reciente.

 El mediodía del pasado sábado las vibraciones en una vivienda del área interrumpieron la paz de una familia que por temor a que se tratara de un terremoto salió de prisa hacia la calle. Era la casa de Juana Marte, y mientras ella lavaba su ropa y la de los hijos, bajo sus pies se desplomaban las columnas que por dos años sostuvieron su hogar. Juana y sus hijos de 9, 15 y 19 años conforman una de las tantas familias que habitan en los terrenos calificados “área de riesgo”.

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