Después de haber enamorado a las juventudes latinoamericanas con los ideales de la revolución cubana, dos de sus más emblemáticos cantautores se desmarcan del modelo que los inspiró, repudiando los últimos actos de represión de la dictadura.
Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, de manera muy responsable, han criticado las respuestas violentas y coercitivas con que el gobierno cubano reprimió las manifestaciones pacíficas de ciudadanos que sólo pedían libertad y mejor vida.
Ambos prácticamente coinciden en reconocer errores de comportamiento de las autoridades y en aceptar que en Cuba hay una nueva generación que demanda cambios impostergables.
Rodríguez, inclusive, se puso al lado de los atropellados y encarcelados proponiendo amnistía, y le hizo saber al gobierno que es necesario tender puentes para escuchar las nuevas ilusiones del pueblo.
Por el nivel de aceptación, simpatía y popularidad que alcanzaron y mantuvieron por décadas estos dos famosos cantautores de la Revolución, sus testimonios de hoy representan las disonancias con un sistema ya desgastado y devaluado.
Pensando igual que ellos hay millares de cubanos que anhelan vivir con libertad, democracia real y pleno acceso a las tecnologías y oportunidades de la era moderna, de la cual han estado bastante excluidos.
Silvio y Pablo, como Mercedes Sosa y Horacio Guarany, supieron que a través de la música se pueden modelar ideales y conductas, exaltando los más apropiados.
Ahora que cuentan sus penas por lo que hizo su Revolución el 11 de julio, cabe recordar este verso: “Si se calla el cantor, calla la vida/ porque la vida, la vida misma, es todo un canto”.
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