sábado, 13 de abril de 2019

¡El alma llora cuando el rostro ríe!

Por: Elba Lucia Lopez Peña
De ser cierta esta funesta noticia, las lágrimas del payaso recobran vida. Conocí este personaje de nombre Kelvin Núñez cuando la mustia del dolor y la exclusión tocaban su cuerpo. En una bicicleta de cordura recorría los barrios de Santiago. Se veía un individuo simple, con una timidez ¨que reflejaba introversión¨, comedimiento y ofuscaciones.

Quería ser importantizado por todos, por la clase dominante de los Santiagueros; aún más por los niños y niñas que con afán revelaban en su sonrisa la inocencia, la pureza y magia en cada encuentro. No entiendo, porque en la ambición de mover fronteras, carcajadas y fantasías debe existir el rostro mortal del abuso a un imberbe que apenas inicia su vida.
De ser cierta esta denuncia, no creeré en mi Payaso, en ese que hace doblegar las heridas y vence la tristeza, calma las ansiedades y retoza con la conciencia. Dejare de creer en mi Payaso, aquel que no mide el tiempo; sino que lo garantiza con su espectro juguetón e infantil.
Vilmente utilizo su mirada, para adoptar conductas impropias, seduciendo la palidez de un corazón bueno y angelical bañándose de erotismo acumulando lujuria y desatino. Perverso, ruin y perturbador que un ¨ bufón de la realeza rancia¨, acabe con la natural condición de un niño que solo desea sonreír.
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!, se conmueve el alma y pierde razón la vida.
Una ¨Kanquimania¨, perpleja de baches, miseria existencial y odio. Detrás de esa insigne ¨sátira de perversidad¨, un monstruo se cobijaba.
Juan de Dios Peza cito¨ yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos¨.

De ser cierto, este ¨insolente¨ de agonías, deberá pagar el precio de no volver a sonreír combinando la muerte con la cruz, sin resucitar jamás.

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