Por: Persio Pérez Cabrera
cuando esa ráfaga de la muerte
insolente entra por tu puerta
exigiendo un poco de todo
a su manera con la fuerza
de su oscura guadaña sin preguntar
a los corazones que deja
colgados de un hilo fuerte
soldadura hija del dolor.
Frescas las heridas
llegan los consuelos
el abrazo de un amigo
o una llamada reconfortadora
que alivia los pasos
por la andadura deficiente
en la soledad triste del camino.
Ahora que nos dejaste
por esa estrecha puerta
del sufrimiento continuo
por esas horas aletargadas
clavos en tu cruz terrenal
perenne en tu hombro
y esa sonrisa de Ángel
confundida en tus labios
entre un dolor que no muere
y una alegría tardando en llegar.
Siempre queda un vació
cuando alguien muere
un vació que nadie puede llenar
un vacío que desgarra las fibras
mas potentes del alma
un vacío que va muriendo
en los brazos de la inconformidad
solo puedo decirte desde el pedestal
de la impotencia que me arrodilla
hasta pronto hermana querida.
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