jueves, 9 de enero de 2014

Antonio Utate: un maestro con innatas actitudes puestas al servicio de su país

Por: Prof. Octavio García

Auxiliándose de mi mejor amigo, el ¨diccionario¨; he notado como palabras diferentes como: virtud, vocación, don y apostolado; parecen guardar ciertas diferencias pero con iguales significados.
Para llevarla al contexto humano, aquellas personas que ostentan una gracia especial sobre la realización de algo se le suele decir que poseen un DON, pero la fuerza o eficacia de las cosas para producir, la que  definimos como VIRTUD, también está estrechamente relacionada con esa palabra.  
En esa misma línea podemos mencionar la palabra VOCACION, definida según el pequeño Larousse; como la inclinación o determinado estado o profesión y desde el punto de vista religioso, la define como el sacrificio que hacen los cristianos para ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, sino el convencimiento de que esto le ganaran la piedad divina.
Para utilizar un solo término, ya que estas  tres expresiones gramaticales de nuestra lengua española están íntimamente relacionadas, la vamos a llamar APOSTOLADO, porque precisamente esas palabras  son la condicionante que debe tener un buen maestro y un buen académico como el licenciado Antonio Utate, al cual pretendo biografiar en este artículo.

El cual es conocido entre sus colegas y alumnos por su gran persistencia, entrega, abnegación, solidaridad, sensibilidad y métodos de enseñanza.  Poseedor de una gran disciplina y empeño por enseñar y aprender. 
Un visionario rebosado de valores, un ejemplo constante que con su apostolado al servicio de la educación, motiva a la imitación de todos, incluso de aquellos que quisieran no estar de acuerdo con su método afable y didáctico de enseñanza.
En los hechos y las palabras radica su grandeza y su humildad la que sin arrogancia ni mucho menos presunciones utiliza como arma infalible para aniquilar el analfabetismo, haciendo historia en la educación actual.
El actual esquema educativo concebido y ejecutado por el presidente Danilo Medina, el Ministro de Educación Carlos Amarante Baret, el Director de Participación Comunitaria, Bienvenido Flores y el de Antonio Utate, son ejemplos constantes y latentes en nuestra sociedad.
Figuras, dos de ellas que no pertenecen al magisterio, pero que también prestigian nuestra educación y el país; siguiendo los esquemas y con la firme vocación del fundador de nuestra patria, creen y confían ciegamente que con deseos y buena voluntad podemos ver un mañana mejor.
Al igual que Juan Pablo Duarte que tomó de la fuente del conocimiento, de las ideas ilustradas europeas representadas Montequiu, Rousseau y Voltaire que sembraron en aquel joven las ideas revolucionarias que aportaron al desarrollo intelectual de aquella época.
El licenciado Antonio Utate, un maestro exquisito, leal a los buenos principios.   Creyente y apegado a la ética y a un código conductual que permita por medio de una buena educación, encaminar a la República Dominicana por el camino de la paz, la equidad y el desarrollo económico y moral a que aspiramos  los dominicanos y dominicanas de buena voluntad.
En cada escenario, en cada tarima y en cada lugar que le toca realizar una maestría de ceremonia, mantiene su aporte de maestro consagrado a la educación, articulando y  resaltando con un floreo rico en valores, las cosas buenas que deben prevalecer en toda sociedad.
No tengo reparo ni mucho menos duda en resaltar lo inmenso de lo académico de este calificado maestro, cuyos aportes a la educación se enriquecen aun más con la publicación de varias obras didácticas que sirven y servirán como buen arquitecto, a la construcción de un sistema educativo eficiente como el que se está implementando en los actuales momentos.
Su legado servirá de referencia en las épocas sucesivas, escribiéndose con letras doradas un nuevo capítulo en la historia educativa de esta nación.
Buen maestro en la primaria, en los niveles medios y superiores, con un alto dominio de las matemáticas y las ciencias de la naturaleza.  Con una gran aplicabilidad de los métodos didácticos, cargados de recursos innovadores; fuente exquisita del saber.  
Este apostolado de conocimiento, entrega y dedicación con su patria, lo ha llevado a los niveles más altos del sistema educativo, pasando por técnico de distrito, director de distrito, director de centros universitarios, y profesor de maestría en su pueblo natal.
Posicionado hoy en uno de los cargos mas relevante del Ministerio de Educación, desde donde puede seguir aportando a los cambios que necesita una nueva educación para estos nuevos tiempos.
Su legado está cargado de ejemplos, ya que la circunstancia lo ha llevado a andar por varios puntos del país llevando el pan de la enseñanza sin importar las vicisitudes, como Jesús Cristo con la cruz a cuesta, predicando la humildad y el ejemplo.
Es una figura apoteótica de la educación dominicana de estos tiempos, como lo fueron ayer, Hostos, Salomé Ureña, Francisco Henríquez y Carvajal y don Juan Bosch, por solo mencionar algunos de nuestros grandes forjadores de la educación.
Pero también es comparable con maestros de tiempos más recientes, idos a destiempo como Aurora Tavares Belliard, Andrés López y Luciano Grullón, cuya historia está plasmada en las mentes de aquellos que fueron sus discípulos y su legado será perenne en los corazones de los mocanos.
El licenciado Antonio Utate es el prototipo del maestro dinámico y proactivo, un paradigma a seguir, un horizonte fecundo en cuales quieras de las latitudes que le toque actuar.

Por eso espero que la, presente y futura generación de dominicanos y dominicanas no aplique en él, aquella inquietud poética que reza ¨!oh América infeliz que solo reconoce a tus grandes hombres, cuando son tus grandes muertos! 

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